El cachorro lector

Polly

Debe haber otra forma de resolverlo, sin el lenguaje vulgar, con el piso limpio y comida sin larvas, pero no puedo pensar en otras alternativas, no sé cómo hacer esto sin recurrir al aislamiento, el agua fría y el penetrante olor a excremento.

Ayer compré una nueva soga, no porque la necesite, sino por el placer que me causa elevar la jaula lo más alto posible y observar como un gato hambriento el indefenso nerviosismo de su presa.

No tiene caso, Polly quiere una galleta y a ni no se me ocurre cómo enseñarle a hablar sin groserías.

Abrazos en el elevador

Sonó el timbre del elevador y yo estaba distraído revisando los mensajes en mi blackberry, fue por eso que simplemente entré sin fijarme y oprimí el piso 8 casi por inercia, sin pensar en ello. – “gracias” – escuché una voz femenina lo que me hizo inmediatamente alzar la vista. Ante mi, detrás de una sonrisa sugerente, una completa desconocida de pelo muy rizado y pecas sobre los pómulos me agradecía algo que nunca alcancé a comprender. Bloqueé de forma instantánea mi teléfono y lo guardé en el bolsillo interior del saco, no recuerdo si sonreí, me perdí en color de sus ojos, casi rojos haciendo juego con los delgados labios que no paraban de agradecerme, solté mi portafolio y con la mano derecha tomé la suya, como si me estuviera presentando pero sin hablar, ella soltó la sombrilla que llevaba en la mano izquierda y dando un ligero paso deslizó su mano por mi antebrazo hasta tomar suavemente mi codo izquierdo en su palma. Su pié izquierdo quedó casi paralelo al mío, yo solté su mano y la pasé por encima de su hombro, como si bailáramos, finalmente ella se decidió a pasar su brazo izquierdo por detrás de mi espalda, inclinando la cabeza, la acomodó debajo de mi barbilla y empujó su cuerpo hacia el mío que instintivamente se abrió recibiéndola entre mis brazos, el tiempo se detuvo, me sentí como un ángel que intentaba llevar a un demonio de contrabando al cielo, súbitamente ella se despegó de mí en un movimiento suave, casi imperceptible, oprimió el botón 7, el elevador se detuvo, tomó su sombrilla y al abrirse la puerta salió sin decir nada, yo que aún abrazaba su calor me quedé ahí observado como se inevitablemente se cerraba la puerta y ese abrazo se esfumaba con mi cartera y mi blackberry.

 

Un día cualquiera

No necesito fechas para recordarte,

te llevo todos los días en mi corazón,

te extraño cada vez que abro los ojos

y cuando rio quisiera

que estuvieras aquí conmigo.

Te busco, mi hermano en el silencio,

abrazo el vacío cuando hace más frio

persigo en la luz tu consejo,

me armo de valor y prosigo

Un pedacito de dos

De poco a poco,
pedacitos de los dos
que han tomado forma humana
empiezan a ser un poco menos nosotros
para transformarse en sí mismo,
adquiriendo día con día
sus propios gestos,
tomando decisiones
e inventando una sonrisa
que es capaz de iluminar
el momento más oscuro.

El proceso de desafiliación

No me gusta tener buenas ideas cuando hablo con Francisco Armijo, porque después se jacta de que haber tenido algo que ver, cuando no ha sido más que un simple instrumento del destino que transforma un momento casi común, en un instante de trascendencia.

El caso es que hablando de políticas y malos gobiernos, los dos vemos la llegada inevitable de nuevas elecciones presidenciales, sabiendo de antemano quien las va a ganar y no pudiendo hacer nada al respecto. A menos, que, por supuesto, pudiéramos desafiliarnos del IFE, comenzar un movimiento de despadronización en el que la sociedad civil exija que se le retire del padrón electoral, sus datos sean borrados y simplemente no se puedan utilizar para conveniencia de ningún Partido Político o Candidatillo de pacotilla.

¿Podemos desafiliarnos?, ¿Es posible que podamos desafiliarnos y defendernos en contra de la impunidad política?

Yo, espero que si.