Thursday, August 16, 2018

Broccoli

El brócoli se da mejor en verano, eso fue algo que aprendí en Lecce 


¿Porqué fui a Lecce? Es una historia totalmente distinta, no tenía ninguna intención de viajar por el sur de Italia pero mientras estaba en Roma me escribió mi prima Renata diciéndome que mi abuela quería una medallita de la basílica de la Santa Croce.

No es como que todos los días esté por Italia, y cuando tu abuela te pide algo así, no tienes mucha opción. Así que, tres días y tres trenes después, caminaba por el empedrado de la Via Umberto, con una medalla de San Benito en la mano, sudando como un puerco y sin mucha idea de qué hacer.  -  San Benedetto è molto miracoloso- una voz femenina me dijo a la espalda. Giré hacía ella e inmediatamente creí en lo que me decía, San Benito había cumplido su primer milagro, me había traído un ángel de piel bronceada por el sol, labios rojos, ojos grandes y un bosque que parecía escapar ente la mascada que usaba sobre sobre la cabeza, la foresta inexplorada, indomable.

Scusa- le respondí mintiendo- Non credo nei miracoli. Mi respuesta la hizo reír. - Non ti credo- me dijo mirándome fijamente a los ojos. -  Tutto in questa vita, é un miracolo. 


Me tomó de la mano y comenzó a caminar.

La seguí sin dudarlo ni un instante, por alguna razón me sentía en paz con ella. Me hablaba de la historia de la Ciudad, de cómo fue fundada y de la dominación del Imperio Bizantino, los normandos y los nazis. De población que ha sufrido invasiones y pestes, y aún así es alegre y despreocupada. 

En el camino hacia la costa, pasamos por un sembradío de brócoli, miré esa melena exhuberante y no pude evitar echarme a reír a carcajadas. - ¿Cosa fai? - me preguntó extrañada. - Sono i tuoi capelli, contesté tratando de aguantar la risa  - Sembra un broccoli.

Nos reímos como unos bobos como por 10 minutos. 

Esa tarde fue inolvidable, paseamos y hablamos de cosas sin importancia; yo prometí escribirle, pero nunca lo hice. Tal vez sea porque no quise arruinar la magia de una tarde con la aburrida cotidianidad. Al otro día le compré otra medalla de San Benito a mi abuela, la original la guardé para mí, como uno de los mejores recuerdos de mi vida.

No como brócoli porque me recuerda a su cabello y me hace reír, nadie lo entiende. No me importa, es una de esas historias a las que recurro, un pequeño refugio de la memoria.

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