Sunday, August 12, 2018

Suite No 1

No lo hago por el dinero, en primer lugar porque no recibo lo suficientemente y en segundo lugar por el riesgo que corro, toco en el metro como un acto de disrupción. Me gusta pensar que al escuchar a Bach en el metro, las personas se distraen, se confunden, se sorprenden o se asustan.

Cualquiera de estas reacciones los saca de cualquier estado mental en el que vengan y esto hace que el cerebro se active y por lo tanto fluya la creatividad.

He recibido muchas y muy diversas reacciones cuando planto mi violonchelo en pleno andén del metro y me pongo a tocar: sonrisas, aplausos, abucheos, burlas, palmadas de apoyo, señas groseras y la verdad es que agradezco cada una de ellas; porque cada reacción, buena o mala significa que la música los ha tocado y han salido de la rutina para prestar atención a la música y manifestarse al respecto. Esa es la finalidad del artista, trascender de tal manera que el público muestre sus emociones, se inspire, se motive, se inquiete.

Esta noche una chica se detuvo a escucharme, me miraba como si no estuviera totalmente segura de que en realidad estuviera ahí, como si fuera una aparición o la materialización de un recuerdo lejano.

Sacó un lápiz y una libreta y se puso a dibujar, (o al menos creo que eso hacia). 

Finalmente llegó un tren, me dijo adiós con la mano, se subió y de fue. Alcancé a ver que miraba a través del vidrio de las puertas mientras el tren se alejaba.

Me hubiera gustado ver el dibujo, me hubiera gustado saber su nombre, besar sus labios rojos y carnosos.

Tal vez la próxima vez, si la música nos vuelve a encontrar. Mientras tanto, seguiré tocando para ella, hasta que la encuentre o me encuentre. Lo que ocurra primero.

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