Friday, April 18, 2014

Viacrucis en Tlapacoyan

Lo que más recuerdo de las vacaciones de Semana Santa en Tlapacoyan, Veracruz son dos cosas, las enfrijoladas y el viacrucis; las primeras eran deliciosas, una torre de pequeñas tortillas bañadas en caldo de frijól negro con queso fresco y crema (nunca con salsa, por que de chiquito no me gustaba el picante) y el segundo me resultaba muy impactante.

Mis padres no eran muy religiosos que digamos y aunque mis hermanas y yo fuimos educados bajo los principios teológicos del catolicismo (bautizo incluido), no teníamos la costumbre de ir a la iglesia o leer la biblia, por supuesto que yo sabía quién era Jesús y estaba bien enterado de que fue crucificado, mi problema era que no entendía muy el porqué; tal vez por eso la recreación del viacrucis por las calles de Platanoyan (como yo me refería al pueblo natal de mi madre) me resultaba muy impactante.

Tlapacoyan, Veracruz es un pueblo en la altiplanicie de la región de Nautla, la Iglesia  y la Plaza principal se encuentran en el punto más alto del poblado por lo que las calles 'caen' hacia la selva veracruzana lo que hacía que la vía dolorosa fuera cuesta abajo, hacia las afueras donde en un pequeño e improvisado 'Monte del Calvario' se llevaba a cabo la representación de la crucifixión.

El calor y la humedad en épocas de Pascua es asfixiante, recuerdo bien haberme tenido que quitar la ropa y sumergirme en la pileta del patio en busca de refresco. El 'Jesús' en turno cargaba una muy pesada cruz de madera seguido por una muchedumbre que rezaba oraciones que yo no conocía, las mujeres mayores lloraban y los niños observábamos en silencio el esfuerzo de aquél hombre con el rostro enrojecido, la espalda lacerada por el peso del madero y los latigazos de los improvisados Centuriones romanos que lo acompañaban. Hasta el día de hoy no se si la sangre que corría por su espalda era verdadera o falsa, lo que si era claramente verdadero era el esfuerzo sobrehumano de aquel hombre que representaba a un mesías rechazado por los suyos y condenado a muerte.

Nunca tuve estómago para presenciar la ceremonia completa, recuerdo la corona de espinas reales que le colocaban al encargado de personificar a Jesús, los pies descalzos sobre las piedras ardientes, que no eran parte del rito, pero si de la escenografía  y que para que quedara sujeto a la cruz, al momento de la crucifixión, amarraban de los brazos a aquel hombre.

No se si me gustaría exponer a mis hijos a ese espectáculo hoy en día, lo cierto es que lo entiendo de una forma distinta y creo que tengo que pensarlo muy bien antes de poderle presentar semejante información.

0 Comments:

Post a Comment

<< Home