Tuesday, July 23, 2013

Sin decir adiós

Me fui, como en las grandes historias sin decir adiós, dejando sin darme cuenta tras de mi el sonido de violines vieneses que sólo tu podrías escuchar y es que siempre que algo se deja por casualidad, lo encuentra alguien con intención.

No llovió, pero el cielo estaba tan cerrado y la calle tan oscura que pisé a un perro negro que dormía apaciblemente sobre la banqueta, el pobre quedó casi tan sorprendido como yo, afortunadamente se asustó tanto que olvidó morderme, yo me preocupé tanto que me olvidé pasar por la leche.

Me senté a esperarte a oscuras, sabiendo de antemano que la espera era inútil, pues no sabes dónde vivo y no quedamos en vernos, pero aún así te esperé, ensayando una y otra vez las palabras que hubiera dicho antes de irme, a veces cuidadosamente en la memoria otras veces sin recatos en voz alta.

Te vi pasar, te anunciabas sin saberlo con el alegre sonido de marimba oaxaqueña que yo pude escuchar a cuadras de distancia, para mi fue fácil escucharte venir, pues lo deseaba con toda el alma, para ti fue sencillo anunciarte pues seguías el rastro de los violines que dejé, para ti. 

Pero justo cuando pude interrumpir tu marcha con mi ensayado discurso, aprovechando el momento en que  te detuviste a buscarme, me di cuenta de que ni eras tu a quien esperaba y ni era yo a quien buscabas, tus ojos sonrieron, mis oídos ardieron, me di la vuelta y sin decir adiós, tal y como ocurre en las grandes historias encendí la luz y volví a la realidad.


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